UN OASIS EN MADRID


Mi historia se remonta a los años 70, cuando mis dueños quisieron hacer una casa igual a la que habían visto en un viaje a Oxford.
 Realmente, creo que les salió bien.

Estoy en el Cerro de Las Charolas, rodeada de encinas y enebros y muy alejada de otras casas. Creo que ésto les gustó , sobre todo porque apenas se oían los ruidos de la carretera. Aquí solamente tenemos sonidos de los diferentes pájaros, el hulular
del viento que mueve las ramas de los árboles y la bienvenida de los perros, a los que les gustan mucho las visitas.

El campo, siempre vivo, tiene sus diferentes colores. Unas veces, se pueden contar hasta cien. Eso, en Primavera porque todo él es
pura flor. Los huéspedes sortean las que crecen entre la tierra seca porque da pena pisarlas y, a veces, cogen ramos silvestres que traen a la cocina y los colocan en los jarrones.
 Hay multitud de mariposas y eso se debe a que nuestro aire tiene la máxima pureza.

 A mi dueña le encanta la Naturaleza y contagia a todo el que le escucha la importancia de respetar la tierra y aprovechar
hasta la última gota de agua que nos llega del pozo. Los colores apagados del Verano, contrastan con el azul del cielo y el sol que se refleja en el agua de la piscina. Los ocres del Otoño invitan a pasear y a coger las setas que se multiplican entre
las encinas. Las bellotas las recogen y las asan en la chimenea junto a algunas castañas que compran en las tiendas de la urbanización, al otro lado de la carretera. En Invierno, un buen libro y una sopa con hortalizas del huerto, en un entorno bucólico, 
hacen que quieras que el tiempo  pare y se saboree el silencio de la Naturaleza que duerme.

Normalmente, los huéspedes vienen en sus coches, pero hay muchos extranjeros que, al tener el aeropuerto a a 20 minutos, llegan a pasar un par de días y se van a Madrid de turismo, a cenar o a trabajar.

Las paredes de mi casa hablan de felicidad, de tiempos cuando los niños se sentaban en el suelo y escuchaban historias del pasado. Cuando se jugaba a las cartas con los amigos y se rasgaban las guitarras, mientras alguien entonaba una canción mejicanas. Donde era un placer tomar  unos huevos fritos de las gallinas que comen maíz y trigo, como gustan de contar.

Dicen que tengo buen rollo y debe de ser verdad...






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Las Charolas dispone de 2 salones de amplias dimensiones.
Tiene 4 habitaciones con cuarto de baño en suite. 
La situada  en la planta baja tiene acceso directo al jardín.
 Dos de la planta superior comunican con el saloncito de la chimenea,
mientras que la otra lo hace con el gan balcón que da.al jardín de la piscina.

Las Charolas puede acoger hasta 12 huéspedes, distribuidos en las habitaciones de 2 y 3 camas,
pudiéndose completar hasta 18 personas con el sofá cama del saloncito y los 2 Vagones.

 Hay una cocina completa y muy amplia, con una despensa y una gran nevera.
 Tiene wi-fi, 3 televisores, lavadora, secadora y plancha. 
La calefacción es central  y hay dos chimeneas.
 La barbacoa movible es de gas, así como el paellero.

El guardés se ocupa del mantenimiento del jardín, piscina y casa. 
. Normalmente, los huéspedes suelen hacer su compra o utilizar caterings del entorno
La anfitriona obsequia con un pequeño desayuno el primer día de estancia.
A tan sólo cinco minutos hay un supermercado, restaurantes, iglesia, taxis, autobuses y otros servicios.

No se aceptan reuniones de más de 30 personas.
 
Las Charolas es ideal para los encuentros familiares. 
Para ejecutivos con deseo de descanso. 
Para grupos de talleres y terapias.

Para vivir el campo en Madrid. En una casa donde todo habla de alegría y bienestar.



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